sábado, 17 de septiembre de 2016

Las consecuencias económicas y sociales de la robotización


Un trabajador en una planta industrial de la India. 
Foto: Banco Mundial

Los robots constituyen solo una de las últimas etapas en el desarrollo tecnológico.

La cantidad de robots que usan las empresas para aumentar la productividad se ha incrementado rápidamente en los últimos años. Y no hay ninguna razón para creer que este ritmo de la robotización empezará a disminuir en el corto plazo.

Por el contrario, la Federación Internacional de Robótica (IFR, por sus siglas en inglés) espera que las instalaciones de robots continuarán creciendo a tasas anuales de dos dígitos por el momento.

Ello debido a que el costo para producir estas máquinas sigue bajando, mientras sus capacidades siguen aumentando, y la densidad de robots es todavía relativamente baja en la mayoría de las industrias.



La mayor desigualdad y los lentos avances en materia de productividad pueden ser los principales desafíos económicos en el siglo XXI. Y el uso cada vez extendido de robots podría afectar estos dos aspectos, tanto de manera positiva como de manera negativa.

Si bien la bibliografía empírica sobre el impacto de los robots es todavía incipiente, ya existen cada vez más estudios que comienzan a respaldar la idea de que estos aparatos aumentan la productividad, los salarios, e incluso la demanda total de mano de obra, pero sobre todo que benefician a los trabajadores más calificados.

Con el aumento del uso de robots, computadoras y otras máquinas, la última serie de avances tecnológicos ahora se produce en gran parte a expensas de los trabajadores de calificaciones y salarios medianos y bajos.

Según estos estudios, el impacto de los robots en la productividad ya se compara con la contribución de las máquinas de vapor en el pasado.

Y aunque aún está a la zaga del impacto de las TIC (tecnologías de la información y las comunicaciones), hay que tener presente que el valor total del capital de las TIC excedió con creces al de los actuales servicios de los robots.

Algunos de los aumentos en la productividad que se derivan de la densificación de los robots se comparten con los trabajadores mediante el pago de salarios más altos.



El problema, sin embargo, es que los distintos grupos de niveles de ingreso y de calificación no se benefician en la misma medida, lo que significa que la robotización aumenta aún más la desigualdad en los ingresos.

Para que una porción más amplia de la población obtenga los beneficios de este avance tecnológico, se deberán adoptar dos conjuntos de medidas.

En materia de habilidades y educación

Tenemos que repensar nuestro sistema educativo. Dado que los robots y las máquinas son capaces de hacerse cargo de un número cada vez mayor de tareas, los seres humanos tienen que centrarse en sus ventajas comparativas, que incluyen las habilidades no cognitivas.

Además, los países avanzados (en particular Estados Unidos) deben poner fin y cambiar la tendencia de que el ingreso y la riqueza de los padres sea el principal factor determinante de la calidad de la educación que recibe un estudiante, ya que esto sin duda intensifica la espiral negativa de la inequidad.

Pero incluso si los políticos implementaran los cambios necesarios en el sistema educativo, los acelerados avances tecnológicos probablemente seguirán llevando a una creciente desigualdad en los ingresos, porque las personas tienen diferentes habilidades, así como distintas situaciones financieras.

En materia de ampliación de la propiedad

Debido a esta falta de igualdad, existe una necesidad cada vez mayor de reasignar los ingresos de los ricos a los pobres y/o de los propietarios a los trabajadores.

En teoría, hay tres posibilidades para tratar de compensar en parte o mitigar la continua disminución de la participación de los trabajadores en el ingreso: 1) salarios más altos a través de negociaciones colectivas o salarios mínimos, 2) redistribuir la riqueza y los ingresos a través de políticas tributarias y de gastos, y 3) aumentar la participación en la propiedad del capital para garantizar una distribución más equitativa de los ingresos de la industria robótica.

Las dos primeras opciones han sido las maneras tradicionales de redistribuir las ganancias por rentabilidad e ingresos, y se usarán sin duda de nuevo esta vez. Sin embargo, hay límites estrictos a lo que se puede lograr a través de ellas.

De hecho, si los robots compitieran con trabajadores de baja y mediana calificación, el aumento del salario (mínimo) solo aceleraría e intensificaría la sustitución de la fuerza de trabajo por el capital.

Por consiguiente, estamos de acuerdo con Freeman (2015) (i) en que una de las soluciones más prometedoras para el desafío a largo plazo planteado por las máquinas que sustituyen la mano de obra “es que [...] todos nosotros tengamos una participación sustancial en la propiedad de las máquinas robot [...]

A menos que los trabajadores obtengan ingresos procedentes del capital, así como del trabajo, es probable que continúe la tendencia hacia una distribución más desigual de los ingresos, y que el mundo avance cada vez más hacia una nueva forma de feudalismo económico.

Tenemos que ampliar la propiedad del capital económico si esperamos evitar tal polarización de nuestras economías”.

En nuestra opinión, una de las soluciones más prometedoras para el desafío a largo plazo planteado por las máquinas que sustituyen la mano de obra es que los trabajadores sean dueños de esas máquinas.

Esto permite a los trabajadores obtener ingresos procedentes tanto del trabajo como del capital.

Nota: Este blog es una versión editada de un informe de una investigación publicado el 31 de agosto con el título Rise of the Machines (El auge de las máquinas).

La versión completa se puede encontrar aquí. (i)

POR HARM BANDHOLZ
Harm Bandholz es un bloguero invitado y actual economista jefe en EE. UU. del Grupo UniCredit.

worldbank.org